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Archivo 2001: El Gobierno de la Alianza recorta y recorta


Como diría Horacio Pagani, seamos buenos entre nosotros. Por un lado, el miércoles se había aprobado bajo condiciones extrañas (no funcionaba el tablero y andaban mal los micrófonos) y con el voto definitorio de Cobos, el 82% móvil para los jubilados, lo que significa una victoria para la oposición. Cristina Fernández, como se prevía, la vetó. ¿Era desfinanciamiento o reivindicación? Nunca se sabrá.

Ahora vayamos al archivo. Amado Boudou recordó en varias oportunidades que personajes como Gerardo Morales y Patricia Bullrich (hoy a favor del 82% móvil) habían integrado el Gobierno de Fernando De la Rúa que, entre tantas cosas, recortó el 13% a los jubilados. Eso es verdad y lo ultra-ratificamos nosotros en este post, sin embargo también habría que resaltar que el peronismo no obstaculizó dicha propuesta antipopular, tendiendo en cuenta que tenía mayoría en el Congreso en el 2001. Es decir, si vamos a echar culpa, seamos justos y repartamos a todos por igual las responsabilidades.


Tapas de Julio del 2001 - El mes de la tijera









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Archivo 2006: Kirchner y su relación con Cobos y la Alianza

La trillada frase "nadie resiste un archivo" toma vuelo mayor en el ámbito político. Tanto desde la oposición como desde el oficialismo, encontramos pasados e historias que nos dejan perplejos en esta dinámica rueda mediática. En este caso, una declaración de Néstor Kirchner:

Clarín - Domingo 21 de Mayo del 2006

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Orlando Barone sobre el 20 de diciembre del 2001


¿De quién es el 20 de diciembre? ¿De qué parte de la sociedad, de qué sector, de qué ideología, de qué partido, de qué clase social? ¿Qué se celebra o se reivindica? ¿Una revolución, una gesta, un motín, una metamorfosis, un desconcierto, una ilusión, una catarsis, un estropicio?

Los muertos de aquel día ya forman parte del acervo de nuestra pacífica tendencia. Otra vez la Plaza de Mayo, tan indiscriminadamente generosa para absorber todos los males y los bienes y tantas desviaciones olvidables e inolvidables, aparece como un tentador escenario. Sería estúpido desgraciar todavía más el aniversario de una desgracia: no le vendría bien a nuestra sociedad trozada ya bastante en cortes carniceros y abrumada de anécdotas, la mayor parte intrascendentes. O pasajeras. Los medios no pueden evitar el atoro e indecoro: si antes envejecían al otro día de dar la noticia, ahora envejecen al dar la primicia. Y algunos se están desvaneciendo sólo por darlas sin tener pruebas ni sustancia, y por mostrar la foto y la cinta grabada sin la secuencia ni el contexto. O por emplear mensajeros que ejercen la profesión por descarte: porque no existe más la de verdugo y porque la de cínico no está reglamentada. Hay directores de medios audiovisuales que podrían dirigir murgas con igual eficacia. Pero últimamente las murgas se han profesionalizado.

Se acerca el 20 de diciembre y hay burdas intenciones de apropiárselo y obtener la recompensa de aquel día furioso. Sea en nombre de un sector o de un señor. Es temerario incitar a los convalecientes a que salgan a la plaza a festejar nada si todavía tantean confundidos su lugar en la casa.

El 20 de diciembre es un día raro, de inclasificable incorporación a la historia. Sería vulgar que se lo recordara con una cacerola: amerita un mejor simbolismo que entronizar ese cacharro de bazar y menaje. La rareza mayor de ese día es que si bien tuvo una protagonista -la reacción social- careció de antagonista. No lo fue De la Rúa: no tuvo ese rango. Ni siquiera Cavallo. Tampoco lo fue la convertibilidad; su adoración perdurará como un Eros mítico con dos moralejas. Una de ellas es la correcta, pero muchos se quedarán con la errónea y se la seguirán contando sin corregir a los nietos. ¿Cuál es una y cuál la otra?

La reacción de aquel día fue contra algo innumerable, monstruoso. Y sin nombre propio ni identificación precisa. Es muy difícil discriminar los elementos que integran el caos. Una vez sucedido, los individuos por separado recobran nuevamente sus particularidades genéticas y su natural descarrío.

Hay demasiadas trizas dispersas buscando un cuerpo donde volver a adherirse. ¿Cuál cuerpo? ¿Y cómo se reubica cada triza en el sitio apropiado sin causar más destrozos? Además ya no hay pegamento: el importado se hizo inaccesible, el engrudo nacional dejó de fabricarse. El adherente global no pega, sino en determinadas superficies: a otras las rechaza.

Un duelo clásico tiene un estándar de dos a seis meses y es un reflejo de adaptación al stress que produce la pérdida. Tiene un sentido terapéutico. Pero no hay plazo -y acaso un año sea poco- para un duelo como éste, que involucra tantas cosas de la Patria, y de uno con la Patria.

Esta es una sociedad Frankenstein privada del mecanismo que la había hecho funcionar monstruosamente y que de pronto tiene que enfrentarse a su propia monstruosidad sin la jactanciosa estética de aquellos años inolvidables imperdonables. Cómo nos divertíamos. Hay trajes de gala que conservan restos de serpentina y manchas de gotas de champagne de una marca hoy ausente de las góndolas. En el museo de Anillaco se conservan piezas carísimas intactas. Al exterior se han fugado algunas incunables. A la Argentina "Frankenstein" se le acabaron las pilas y no hay repuestos iguales. Si le enderezan una pata: cruje la pata hipotecaria; si le acomodan un músculo, se atrofia el del empleo o el del tributo. O chillan los nervios de los enfermos o el tendón de los comerciantes o el corazón de los niños. No debería ser necesario que haya que firmar ningún documento para que los niños no se mueran de hambre. Un niño no debe morirse de hambre mientras al lado haya adultos ahítos de comida. Si se mueren de hambre alguien les está robando sus raciones. Además ya están escritos los derechos universales del niño, hay leyes penales contra su abandono, leyes que condenan a quienes no cumplen su rol desde el Estado, a quienes no pagan los impuestos, a quienes corrompen desde lo público o lo privado. A quienes se embuchan y creen que eso es razonable aunque al lado se extiendan Tucumán o Somalia. Y, sobre todo, está la ley democrática para evitar que se engorden los gordos a costa de la infancia.

Pero cuesta desarmar ese Frankenstein en que nos hemos convertido. Porque aunque ya no sirva para nada, no hay todavía un proyecto de país bello sustituto.

Nada más misterioso que el estado de ánimo de un monstruo. El calor es peligroso. No lo toquen. Déjenlo que se readapte y que encuentre su propia razón de ser, su ideología actualizada. Pero primero que nada pongamos un piso de consenso moral: que todos coman tres veces por día. Por qué ser menos que nadie.

El 20 de diciembre debería llamarse el día del enigma: porque, igual que en los jeroglíficos, se puede leer lo que pasó, pero no se entiende. Bueno: soy yo el ignorante. Debería hacerle caso a mi madre y no hablar de política.
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La oposición irresponsable

Gran informe el que preparó Duro de Domar el pasado jueves. Incluye las palabras de Cristina y el mamarracho opositor: el rejunte, los destituyentes, las nulas alternativas y dos perlitas de archivo: Chiche Duhalde refiriéndose a Rodríguez Saa y Patricia Bullrich defendiendo lo indefendible en el Gobierno de la Alianza. Imperdible:

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