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Lo mejor del verano político

A diferencia de otros años, la arena política arrancó muy movediza de entrada. El 2011 comenzó con el siempre inconcluso debate sobre la ley de imputabilidad de los menores. Junto a ello, no podía faltar el asunto de la "inseguridad", que acaparó varias portadas y flashes noticiales.

En paralelo, un grupo de economistas recorrieron los estudios televisivos para hablar de las proyecciones inflacionarias. Martín Redrado fue el abanderado de dicho emprendimiento mediático.

Por último, hay que resaltar las dudas de parte de la oposición sobre que postura tomar ante la gestión kirchnerista. Algunos, como Macri, buscan alejarse al máximo del oficialismo, mientras que otros piensan que reconociendo los logros del actual Gobierno, pueden capturan los votos indecisos y posicionarse mejor estratégicamente de cara a las elecciones de octubre.

Aquí el repaso:






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Macri, el manual de la Derecha



Analizando rápidamente la pésima gestión de Mauricio Macri en Capital Federal, surge casi por decantación la idea de un fracaso total de la verdadera política: la de la construcción ideológica, con convicciones, con perspectiva histórica y real militancia. Si un empresario de la calaña intelectual de Macri llegó a estos altos rangos de poder, evidentemente nuestra clase dirigencial ha fallado enormemente. Solo así puede entenderse los triunfos electorales del PRO y sus derivados.

El gobierno macrista, de todas formas, perdió credibilidad. Su única batalla ganada fue contra el bache, aunque algunos vecinos afirman que el pleito resultó mas difícil de lo esperado. Ni siquiera en términos de eficacia y practicidad supo consolidarse. El papelón de las escuchas, las designaciones ultra-conservadoras, el autoritarismo de la UCEP, la merma en la salud pública, la cuestionado Policía Metropolitana y la cuasi picana Taser, son algunas de las increibles torpezas y falencias de la gestión. Tampoco los medios saben como encubrirlo. No da para más este descalabro de pensamiento retrógrado.

El último capitulo es para los trapitos y limpiavidros, aparentes culpables de todos los males de la sociedad. A continuación, más tapas que testimonian lo que venimos diciendo y el informe de Duro de Domar sobre el presente accionar de Macri.





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La inseguridad según la Revista Barcelona


Otra brillante tapa de la Revista Barcelona, esta vez ironizando los dichos de Tinelli, Susana y Mirtha. Hablando justamente de Marcelo, hoy martes se vivió (para algún desprevenido) una batalla campal por el rating.
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Debutaba Botineras por Telefe (le dieron demasiada manija pero es apenas discreta) y naturalmente el chueco Adrian Suar no se quedó atrás. Mandó más tarde Valientes y le rindió: apabulló 30 a 19 a Justo a Tiempo (que de todas formas levantó su audiencia comparado a los últimos tiempos) y opacó, de cierta manera la presentación de Botineras. El nuevo ciclo de telefé alcanzó una línea de 27 puntos, superando a un Showmatch que, con una sitcom especial, se las bancó con 22 unidades.
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Así, la topadora de Valientes sigue firme con un Marcelo Tinelli haciendo el trabajo sucio y desdibujando a su competencia.

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Los medios y Maradona, según Eduardo Aliverti

Ayer Eduardo Aliverti escribió para Página 12 una interesante nota de opinión que reflexiona sobre la Ley de medios, la prensa y los dichos de Maradona. A continuación lo más destacable:
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El espeluznante asesinato de un adolescente, en Tigre,
reintrodujo de la noche a la mañana la discusión en torno de “la inseguridad”,
erigido ya como un clásico de los clásicos del periodismo: aparece y desaparece
en relación inversamente proporcional con la ausencia o presencia de noticias
políticas mayores. ¿Qué habría acontecido si el hecho se hubiera dado durante la
batalla por la ley? Lo mismo que pasó cuando los meses más duros del conflicto
con “el campo”. Nada. En esos períodos, la inseguridad desapareció de los medios
llevando a una de dos conclusiones que, en realidad, pueden ser concurrentes. O
el incremento del delito no es lo alucinante que pintan, o cada vez que lo
pintan hay detrás objetivos políticos o de artificios mediáticos (que en mirada
de largo alcance terminan siendo la misma cosa).

Esa lógica de los desvanecimientos noticiosos y
permanentes trepó a una de sus cúspides tras la fiesta de sexo oral a que llamó
Maradona. A partir de ese momento, diríase que el país y los medios –o al revés,
según quiera determinarse el orden de cómo se ancla una agenda– no hablan de
otra trama. Veamos lo objetivable. Un director técnico de fútbol, que al fin y
al cabo es antes eso que el principal santo y seña para identificar lo argentino
en el mundo entero, brinda una nueva muestra de sus desequilibrios emocionales.
Ni un marciano pretendería que el episodio quedara desapercibido; y entre otras
razones porque, sin justificar y ni siquiera tratar de comprender a Maradona, es
igualmente objetiva la saña con la cual venía tratándolo esa parte del
periodismo deportivo a la que invitó a fellatiarlo. El se tiene que hacer cargo,
como sus acusados, de estimular un espectáculo caníbal. Ambos viven del
sensacionalismo. Pero también lo hace el conjunto periodístico que elevó el tema
a problema nacional. E igualmente tienen que hacerse cargo de su frivolidad las
gentes que dedican su tiempo, su indignación, sus arrebatos, sus llamadas a las
radios, a una pelotudez semejante. Perdón por el lugar común, pero imaginemos
toda esa energía “analítica” volcada a las cuestiones prioritarias de la
sociedad.

Más luego y más allá de ese hecho en sí, aparece,
nueva y esplendorosamente, el desparpajo con que los medios colocan el tema. Si
un Maradona y unos periodistas bastan y sobran para que vuelva a desaparecer,
por ejemplo, “la inseguridad” (dicho de modo maximalista pero –cree uno– de
semántica precisa), quiere decir que hay una conjunción entre lo que
inventa/ubica el periodismo y lo que “la gente” debate. Hay que alterar ese
paradigma. Es nefasto. Nivela para abajo. Acostumbra. Condiciona. Nos hace
obedientes en lugar de rebeldes. Se trata de algo de eso cuando se habla de
mejorar la oferta mediática, de abrirse a otras voces, de permitir nuevos
actores. Con probar no se pierde nada.
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