Verdaderamente lo de Racing fue muy flojo, sin volumen de juego ni circulación al ras del piso del balón, pero así es el fútbol, y en un tiro libre todo cambió
Otro equipo chico visitaba el cilindro, anteriormente Olimpo y los jujeños habían rescatado una unidad, por lo tanto el alicaído Arsenal de Alfaro buscaba hacerse fuerte donde hace algunos meses lo consagró campeón de la Sudamericana.
El equipo de Sarandí estuvo ausente en el terreno, todo pasaba por la iniciativa y las intenciones de la academia. Y como las intenciones eran, en su mayoría erráticas, el partido fue un bodrio.
El conocido alto, lejos y desviado se hizo presente en la fría tarde de Buenos Aires, cuando a Sava se le iban los ojos de tanto ver el esférico volando demasiado lejos de su cabeza.
La gente siguió alentando, mientras Racing seguía confundido, nervioso, como sabiendo que siempre pasa lo mismo. Pero ese maleficio algún día se iba a terminar. Y en un festejo interminable, emocionante y esperanzador, Franco Sosa limpió la red de Orcellet, con un certero disparo, muy cerquita de la medialuna.
Con uñas y dientes se defiendo la victoria, la ansiada y olvidada victoria, que hacía mucho no visitaba el corazón de los simpatizantes albicelestes. Ese sentimiento de grandeza, de saber que vos tenes todo y que el rival no se llevó nada de tu reducto se apoderó sobre el final del cotejo, y así la mufa académica llegó a su fin.